Oriunda de Temuco, desde niña Sandra Conejeros se entusiasmaba con las ventas y todos a su alrededor notaban su sorprendente habilidad para el comercio. De hecho, en el colegio vendía aros de botones y alambre hechos a mano con tope de caucho de neumático, juegos de Fiestas Patrias y varios tipos de dulces.
Lo anterior le sirvió para elegir su camino: cursó enseñanza media en el Liceo Comercial, iniciando así sus primeros estudios en el área de los negocios. Después, estudió para ser contadora pública auditora en la Universidad de la Frontera, y en 1992 se casó con Jorge, trasladándose a Villarrica. Ahí, Sandra tuvo su primer acercamiento a la venta de joyas, pues se dedicaba a vender quesos de la zona en Santiago, y de vuelta traía joyas de oro para vender al detalle.
Mientras tanto, trabajó en retail y administración, llegando a ser muy reconocida. Sin embargo, decidió tomar un nuevo rumbo. Y aquí nos remontamos a 1998, cuando Sandra decidió dedicarse únicamente al rubro de las joyas. Pero no lo haría de cualquier manera: para ella y su espíritu cristiano, el compromiso social y la ayuda al prójimo era (y sigue siendo) fundamental.
Fue así como empezó a trabajar junto a mujeres en situación de vulnerabilidad, ayudándolas a emprender, entregando créditos en joyas y también dando plazos generosos de pago. Luego, por el trabajo de Jorge, la familia se trasladó a Punta Arenas, lo que significó una excelente oportunidad para explorar el mercado trasandino.
Después de lo anterior, Sandra dio un vuelco a su modelo de negocios: ahora la venta sería al por mayor. Ya viviendo en Concepción y con esta idea en mente, en 2006 comienzan los viajes al exterior para comprar artículos cada vez más exclusivos. México, Panamá, Brasil y Tailandia fueron los primeros de muchos destinos, convirtiendo este emprendimiento en una distribuidora.
El terremoto que azotó a Chile en 2010 marcó otro hito para la empresa. Cuando sucedió, Sandra, Jorge y su familia se encontraban en Tailandia. Incomunicados, pensaron lo peor de lo que estaba sucediendo en su país, y, además, sospechaban que habían perdido todo en el contexto de los saqueos de Concepción. Sin embargo, con sorpresa, cuando volvieron encontraron la tienda intacta. Esa fue otra señal. "Estamos bien. Hay que seguir ayudando a los demás".
Así, Sandra y Jorge entregaron facilidades de pago y perdones de deudas a los damnificados y damnificadas por la catástrofe.
En 2012, la empresa fue bautizada oficialmente como DJOYAS. A pesar de haber crecido, su esencia se mantiene: los valores cristianos, la cultura familiar, el orgullo por sus raíces y la gratitud de haber nacido de la mano de una mujer emprendedora no han cambiado.
Hoy, DJOYAS sigue adelante con un profundo compromiso con el buen servicio, la vanguardia, el trabajo en equipo y la ayuda a los demás.